Me había hecho ya otro propósito: no tocar esos libros hasta haber leído una novela que tenía pendiente, un libro que me habían prestado hace como dos años (pena me da decirlo, pero es verdad) y que me daba algo de flojerita: El nombre de la rosa, de Umerto Eco. Un libro en apariencia (y físicamente) pesado, lleno de filosofía y frases en latín pero que conforme avanzas en la historia se vuelve cada vez mejor para terminar siendo una obra maestra.
Apenas hoy he terminado de leerlo y también he visto la película para rematar la experiencia. Otro claro ejemplo de una adaptación un tanto forzada con la misma moraleja: es mucho mejor leer el libro dado que la historia se torció un tanto para adaptarse a la pantalla, además de algunos personajes que pierden importancia.

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